Las despedidas

«La muerte es más dura asumirla que padecerla» René de Chateaubriand

Cada día leyendo periódicos, navegando por Internet, viendo una película o un vídeo- juego de lucha, vemos que la muerte está presente.

Nos hemos «acostumbrado» a verla y a hablar de ella, sobre todo cuando no te toca cerca. Cuando hay una gran tragedia hablamos del número de muertos como eso, números , sin pensar que cada una de esas víctimas tiene una familia que se ha quedado destrozada y llora la pérdida de un ser querido.

No es que lo hagamos de una manera frívola, lo hacemos de una manera lejana, como que no va con nosotros. Un accidente aéreo, la cifra de muertos en la carretera cada fin de semana, un atentado terrorista…¿Te has parado a pensar que siempre hablamos del «número» de muertos?

Pero cuando te toca cerca, ¡ay amigo!, la cosa cambia.

Hace muy poco he perdido a una persona que ha sido muy importante en mi vida y en la de mi familia.

Así de pronto, de un día para otro, de una manera imprevista y nunca jamás pensada, se va. Se acabó. Ya no la vas a ver más.

Suena el teléfono y el whatsapp de manera continua para avisarte de su ausencia en el puesto de trabajo y de que no coge el móvil. Te preguntan si sabes algo. Lo primero que piensas es que le habrá pasado algo, pero rápidamente ese pensamiento tan tétrico desaparece de tu cabeza y lo sustituyes por «seguro que ha tenido un cambio en el horario y como no es muy amigo del móvil lo tendrá desconectado»

Somos así cuando nos toca de cerca. No queremos ni pensar en la muerte. No estamos «educados» en lo único cierto y seguro que sabemos va a pasarnos en algún momento. Y aún así, no la aceptamos. No hablamos de la muerte ni educamos a nuestros hijos en ella. Mientras que para algunas culturas es algo asumido desde pequeños y aceptado, para nosotros es dolor, desgarro, llanto y el no aceptarlo ni creerlo.

Pero el golpe llega. Te confirman la noticia. Recibes la llamaba letal que entre un llanto incontrolado te dicen que se acabó.

Y aunque hacía un tiempo que no veía a esa persona, el dolor llega igual.

Entras en una espiral de ansiedad, angustia, incredulidad. ¿Cómo es posible? No eres capaz de pensar, ni tan siquiera de hablar. Entras en lo que los expertos llaman «estado de shock» o «shock emocional».  En Psicología: «es el resultado de un evento traumático que abruma a la facultad que tiene un individuo para hacer frente a las emociones que siente»

Y abruma. Mucho. No reaccionas.

Y en ese estado en el que te encuentras y mientras hablas con la policía escuchas «muerte súbita», «llegada del Juez para el levantamiento del cadáver», «anatómico forense»..¿¿Pero que me están contando?? Te parece una película. Y no paras de decir: ¿esto es de verdad?

Y llamas a los familiares para transmitirles la fatal noticia. ¡Vaya trago esas llamadas! Y vuelves a escuchar: ¿Pero que me dices?, ¿De verdad?

Pues sí. Es de verdad.

No te queda más remedio que aceptarlo e iniciar esos trámites tan desagradables pero necesarios para despedir a esa persona que durante muchos años caminó cerca de ti. Y vas al anatómico, y al tanatorio y al cementerio.

Y sigues en una nube.

Y te das cuenta que no estás sola. Que tienes una familia maravillosa que de nuevo vuelve a estar a tu lado. Que tienes unos amigos que no te dejan ni un minuto y que te arropan con sus besos, abrazos y achuchones sentidos de verdad.

Desde aquí gracias a todos los que pasasteis a darnos un beso y a consolarnos en unos momentos difíciles.

Gracias a todos los que nos dijisteis:»para cualquier cosa aquí estamos». Aunque es una frase hecha, en esa situación agradeces cualquier sentimiento de cariño y arropo. Porque te sientes tan destrozada que cualquier caricia te reconforta.

Me vas a permitir que en este artículo de despedida no ponga ninguna foto como acostumbro a hacerlo en mi blog.

Descansa en paz.

 

 

4 comentarios en “Las despedidas

  1. Querida Concha, has logrado expresar como nadie lo ha hecho, todos los estados por los que se pasa cuando fallece un ser querido. He sentido una empatía absoluta, y ojalá hubiese estado contigo para poder darte un abrazo fuerte y ponerme a tu disposición en lo que pudiese serte útil. Te puedo asegurar que jamás había leído un texto sobre las despedidas que me llegase tanto al corazón, con el que me identificase tanto. Y he leído muchos, muchísimos, tanto buscados por mí como recomendados por mi terapeuta. Porque, aunque es algo de lo que no suelo hablar, he necesitado ayuda psicológica para superar la pérdida de mi abuela, la persona que me crió, en 1997 y en 2013 la de una persona a la que consideraba mi abuela aunque no lo fuera de sangre. De hecho, aún no he podido dejar de tomar medicación para la ansiedad. Mi madre va a hacer 80 años y no puedo evitar angustiarme. Porque, como bien dices en el post, no nos preparan para la muerte.
    Gracias por compartir sentimientos tan íntimos. Gracias por tu sensibilidad.

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